El catequista es educador

 

EL CATEQUISTA ES EDUCADOR

La pedagogía del amor

 

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Dios en su pedagogía de amor sabe esperar el momento en el cual cada uno ha de creer, sin forzarlo, ni violentarlo.

 

EL CATEQUISTA ES EDUCADOR

La pedagogía del amor

 

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Por María Oliva Gutiérrez M.

Delegada episcopal de catequesis

Zipaquirá. Oct 2019.

Dios ofrece al ser humano lo que es él en sí mismo en su esencia más profunda: amor. Este es el alma de la pedagogía usada por el Creador para educar a sus hijos. Es su amor el que hace más humano al ser, lo eleva a una dignidad más alta, a la de ser hijo, lo transforma en hermano capaz de amar a los hermanos, y lo integra a la comunidad para que se realice como persona, hijo, hermano y señor de lo creado (Cf. CAL 146).

 

Cuando se mira la paciencia amorosa de Dios con su pueblo Israel, emerge “el hecho de que su proceder arraiga siempre en la vida concreta de las personas. Su pedagogía parte siempre de la realidad de las personas, aceptándolas, respetándolas en la originalidad de su vocación particular, o cuestionándolas en orden a la conversión” (CAL 147).

 

En su pedagogía de amor sabe esperar el momento en el cual cada uno ha de creer, sin forzarlo, ni violentarlo. Siempre su mano tendida es invitación para que cada cual edifique y construya su existencia sobre la base de valores altos que sostengan su vida dándole el verdadero sentido para el cual ha sido creado: la felicidad. De este modo la respuesta de los hombres y las mujeres al Plan de Dios, se da en un clima de auténtica libertad y responsabilidad: “El Dios libre, al llamar, quiere encontrarse con alguien libre al responder. Sólo en el encuentro de libertades se puede gestar el diálogo de amor liberador” (CAL 151).

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En lo más profundo del ejercicio catequístico, éste muestra que el ministro de la Palabra es alguien que se coloca al lado de los catequizandos, se hace su compañero de camino, de sus luchas y sus preocupaciones, de sus gozos y sus esperanzas. Se pone a su lado para escucharlos y para darles una mano, una palabra de fe, de amor y de esperanza (Cf. Lc 24, 13 - 35).

 

El catequista como educador ayuda a las personas en su proceso de crecimiento y desarrollo de la propia personalidad cristiana. Les proporciona los elementos para que ellos mismos descubran o redescubran la novedad del primer anuncio, kerigma, que alguna vez recibieron y que, por diferentes circunstancias, tal vez, no ha llegado a la madurez esperada.

 

Doce notas de una sola sinfonía

 

Educar para el catequista es una tarea que involucra toda su persona y su personalidad. Le exige un desarrollo activo y consciente de su propia identidad cristiana, con todos sus elementos propios y característicos, entre otros:

  • la fe,
  • la esperanza,
  • la caridad,educador1
  • la santidad,
  • la paciencia,
  • la alegría,
  • la oración,
  • el entusiasmo,
  • la criticidad,
  • la responsabilidad,
  • la fidelidad,
  • la constancia,

son doce notas que no pueden faltar en la sinfonía del catequista educador

[1] Cf. S. PINTOR, Identità e formazione dei catechisti, 20.

 

Pero no se olvide jamás de esta gran verdad: la obra de “la catequesis que es crecimiento en la fe y una educación de la vida cristiana hacia la plenitud, es por consiguiente una obra del Espíritu Santo, obra que sólo Él puede suscitar y alimentar en la Iglesia”

[1]CT, 72.

 

El catequista cree en lo mejor que hay en la persona y confía en las posibilidades colocadas por Dios en el ser humano y en su capacidad para responder a los desafíos y asumir los riesgos de la vida cristiana que, casi siempre va contra la corriente del mundo. Asume una actitud de fidelidad frente a las limitaciones, pero con la firmeza de quien está dispuesto a jugársela toda con el fin de ganar a muchos para Cristo (Cf. 1 Cor 9, 19 – 20), “y cuando alguien se resiste a creer, no lo desprecia ni lo humilla, porque las resistencias que surgen, a nadie quitan su dignidad humana ni el derecho que tiene a que se le respete”

[1]CAL, 152.

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El ministro de la catequesis sabe que, en el proceso educativo de la fe de la comunidad él coloca lo mejor de sí mismo para que la acción a desarrollar después de la predicación del kerigma, desencadene realmente en un programa de iniciación, de crecimiento y de maduración en la fe, teniendo presente que en la iniciación es necesario poner al creyente en un camino dinámico donde se inserte en el misterio de Cristo. En su desarrollo y crecimiento cristiano lo ayuda a ubicarse dentro de la comunidad, y como proceso de maduración de la fe, lo acompaña y estimula en la consecución de la estatura cristiana, estimulándolo a servir en la comunidad de acuerdo a los dones y carismas que Dios le regala

[1] Cf. CAL, 97.

 

Directorio General para la Catequesis:

“La acogida del otro, en especial del pobre, del pequeño, del pecador como persona amada y buscada por Dios; eleducador2 anuncio del Reino de Dios como buena noticia de la verdad y de la misericordia del Padre; un estilo de amor tierno y fuerte que libera del mal y promueve la vida; la invitación apremiante a un modo de vivir sostenido por la fe en Dios, la esperanza en el Reino y la caridad hacia el prójimo; el empleo de todos los recursos propios de la comunicación interpersonal, como la palabra, el silencio, la metáfora, la imagen, el ejemplo y otros tantos signos, como era habitual en los profetas bíblicos. Invitando a los discípulos a seguirle totalmente y sin condiciones, Cristo les enseña la pedagogía de la fe en la medida en que comparten plenamente su misión y su destino

[1]DGC, 140.